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Nada de cuanto voy a decirte puede ser razonado. Debe ser mas bien vivido.

Porque has de saber, amigo, desconocido amor, que Cozumel es una realidad intangible. Una especie de recóndita esencia, invisible a la prisa, inasequible a la impaciencia. Si quieres, prueba. Ven y mírala. No intentes penetrarla de golpe. Su entrega no es fácil, ni pronta, ni gratuita, cuesta tiempo, dolor, sensación de soledad, generosidad, humildad, casi purificación, como cuentan que se dan las mujeres sin esperanza y los hombres tímidos.



La isla que yo amo no viene en los libros, no tiene edad, pero existió desde siempre. Flota por encima de nosotros. Es como el sueño de los locos. Irracional, dulce y arbitraria. Yo solo te ofrezco sueños. Algo que debes palpar con otros sentidos de los habituales. Yo te ofrezco un Cozumel inaudito, inesperado. Un Cozumel secreto, recóndito. Paséate por mi casa, en la tarde, a la caída del sol. Hay maderos tirados que se convirtieron en árboles a un lado del camino y hacia el otro lado tendrás ante ti los cien tonos de azul con que la mar se viste. Puede haber sobre tu cabeza todo un enjambre de golondrinas bulliciosas. Quizá encuentres la calma sin buscarla. Quizá tu alma repose misteriosamente. Todo se te vendrá de golpe, como viene el amor, ó el placer, sin comprender como.



La isla que yo amo no cabe en las palabras. No se parece a si misma, es contradictoria, plural, casi politeísta; Tiene pequeños dioses debajo de los árboles ó acaso pequeños duendes.



La isla que yo amo puede ofrecerte lo que puede comprarse, pero no se vende jamás, hay que buscarla con vocación de riesgo. Es resbaladiza con quién la busca frívolamente. Es libre y alada como los pájaros, la sentirás como flota en el aire, como planea en la paz de la media tarde y te irás quedando mudo de expectación y de asombro. Cozumel es un buén sitio para vivir, acaso para morir.



Ven y busca el Cozumel que yo amo, la isla insospechada, escondida tras los carteles oficiales de turismo. Está oculta en las casas, en las playas, en los arrecifes, en las gentes. Túmbate en la suave alfombra del lado del mar abierto, solo las lagartijas atrevidas y gráciles se acercaran a tu cuerpo. No hay animales dañinos en la isla. Dicen que fué el don de un dios Maya agradecido.



La isla que yo amo es como el buén vino, que alegra y no engaña. Como la danza, como la risa; Hay que sentirla en las venas, si no amas el riesgo, mas vale que no vengas, mi Cozumel es “riesgo y esperanza”.



Puedes quedarte solo, ser infeliz, volverte loco. Pero también puedes encontrar la paz, la curación del espíritu.

Hundirte en algo inexplicable y profundo, que no sabrás decir. En todo caso, ven y mira. Y que los dioses te premien.